101.

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-Hola… -Dijo Laia impactada al verlos a los dos. -¿Qué.. que le ha pasado a Mery?
-Se pasó bebiendo. –Dijo el pecoso entrando y dejando que se sentara sobre las escaleras. –Dijo que quería venir, así que la traje.
-¿Y eso? –Preguntó la castaña observando a Danny. –Mery nunca bebe si no tiene motivo para hacerlo.
-Es.. ¡essstoy saliendo coon Douuuuuuuuuuuuuuuugie! –Habló la borracha mientras la cabeza se le caía a un lado y comenzaba a reírse como una retrasada.
-No me digas… -Dijo Laia boquiabierta. -¡Enhorabuena Mery! –Se lanzó a ella y le dio un fuerte beso en la mejilla. -¡Por fin!
-Ssssi. –Dijo mientras levantaba los brazos hacía Danny. –A dormir.

Ambos rieron. Al guitarrista le costó lo suyo poder cogerla, y la ayudó a subir por las escaleras mientra que por el otro brazo la cogía Laia. La llevaron hasta el cuarto suyo, y allí la acostaron brutamente sobre la cama. Pesaba un quintal en aquel momento.

-Quieeeeeeero un besito de buenas noches. –Pidió la acostada cogiendo a ambos por la punta de las camisas. –De looooooos dos…

Se lo dieron. Luego, Mery dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras se dormía al momento. Tenía una pinta algo infantil en aquel momento, pero parecía tiernamente feliz.

-Parece buena y todo. –Dijo Laia en voz alta sentándose sobre la cama.
-Si, lo parece. –Dijo él sentándose a su lado. –Por cierto Laia… si te digo una cosa ¿te enfadarás?
-Si. –Dijo ella con total seguridad asintiendo. –Todo lo que venga de ti me enfada.
-No enserio.. –Pidió el riéndose. -¿Lo harás? –Ella negó con la cabeza. –Verás.. fui yo el que contestó a tus mensajes de Mery y el que los leyó.

Laia se paralizó al momento. Un rojo tomate le inundó la cara por completo. Sus pulmones habían dejado de respirar y parecía tener la mirada ensombrecida y perdida, igual que lo pintan en las series ánimes. Tan solo se podía llegar a oír los finos ronquidos que producía Mery, quien hacía escondido su cabeza sobre la almohada y parecía babear.

-¿Fue verdad lo que leí?

Laia actuó primeramente cambiando la posición de los ojos y mirándolo a él. Parecía tener los labios sellados, y lo siguiente que hizo fue levantar las cejas y ponerse a dar vueltas rápidas por toda la habitación, demasiado nerviosa como para poder pensar algo decente.

-¡Hay por Dios! ¡Que pta vergüenza! –Dijo tapándose la cara con ambas manos pero sin pararse. -¿Tú para que miras nada? ¡No tienes ni idea de que momento más embarazoso! ¡Eres un estúpido! ¡Qué demonios hago yo ahora!
-¿Entonces es cierto? –Dijo el con entusiasmo levantándose de la cama. -¿Me quieres?

Ella se quedó parada, mirándole. Empezó a morderse las uñas, a la otra punta de la habitación y sin quitarle la vista de encima. Ya había oscurecido y tan solo la tibia luz de las farolas de la calle lograba iluminar un poco la habitación, de modo que mucho entorno de allí no podía diferenciarse.

-¡Idiota! –Dijo ella poniendo cara de enfado y señalándole con el dedo índice. -¡Quién te crees para poder cotillear el móvil de una amiga mía! ¡Te juro que me las pagarás Daniel Jones, me has hecho sentir ridículamente humillada! –El puso cara pícara y sonrió de lado mientras comenzaba a acercarse lentamente a ella, sin emitir palabra. -¿¡Qué haces!? ¡A mi respóndeme cuando te hablo! ¡Daniel! –Dijo e escasos centímetros de él, mientra no se detenía. –¡Qué que haces!
-Esto.

Cortó las distarías aún manteniendo su sonrisa pícara, y con ambas manos sujeto la cara de Laia. Se acercó a ella rápidamente, y más seguro que nunca, le plantó aquel beso que deseaba poder volverle a dar desde hacía meses. Laia no se movió, se quedó en shock sin saber que actuar. No quería rechazarle, no, esta vez no tenía ni un solo motivo para hacerlo.
Decidió aceptarlo. Rodeó al chico por la espalda e intentó intensificar el beso. Miles de mariposillas despertaron en su estómago y la recorrieron por completo, de pies a cabeza, sin saltarse ni una sola parte. Normalmente se hubiera hecho la dura, no le gustaban los besos sorpresas, pero era Danny, Daniel Jones, la persona que había llegado a amar más en la vida.

Un golpe seco sonó por toda la habitación. Ambos se detuvieron y se giraron, pudiéndose encontrar a Mery boca abajo en el suelo. Se había llevado con ella todas las mantas, y parecía haberse despertado. Miró al momento a los dos, y como si nada, comenzó a reírse de la forma tan peculiar y imbécil que tenía de hacerlo.

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