98.

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El batería fue recorriendo el largo pasillo que conducía al estudio. Sus amigos estaban allí, se les oía, sobretodo la estruendosa risa de Danny. Luego le seguía la voz chillona de Doug, quien estaba diciendo cualquier estupidez que se le pasaba por mente. No pudo evitar sonreír al oírlos. Hacía minutos que había estado con Laia. Habían quedado como buenos amigos, y aquello era satisfactorio. Era difícil conservar una amistad cuando has llegado a tener una relación con alguien y haber besado a otra persona mientras.

Una vez entró al estudio, los tres se callaron. Harry se paró en la entrada. Tenía una pequeña sonrisa dibujada en la cara que expresaba felicidad. Todos lo habían notado.

-¿Has vuelto con Laia? –Preguntó Doug, mientras los ojos de Harry se dirigían a Danny, a quien se le había formado una triste sonrisa.
-No, ambos hemos decidido dejarlo y quedarnos como amigos. –Dijo mientras todos se sorprendían.
-¿Y eso? ¿No te ha estado tirando jarrones a la cara? –Preguntó Tom y los tres rieron.
-No… creo que entendía que me haya enamorado de Desi.. además, dice que ella también ama a otro.
-¿Otro? ¿Quién? –Preguntó Danny con curiosidad.
-De mí, obviamente. –Se adelantó Doug poniendo cara de Don Juan. –Le soy imposible a las mujeres…
-Si no te atreves ni ha pedirle el cambio a la chica del super-mercado. –Dijo Harry sentándose de golpe en el sofá. –Le conocéis
-Harry, sé directo. –Pidió Tom sentándose a su lado.
-Son cosas de Laia. Ya os acabaréis enterando. –Dijo levantándose un mostrando una sonrisa pícara. -¿Vamos ha ensayar hoy o no?

Todos suspiraron. Conocían demasiado bien a Harry, y era uno de esos hombres que jamás decían los secretos de los demás. Si se molestaban en seguir insistiendo, lo harían en vano.



-Descanso. –Pidió Danny dejando su guitarra y yendo saliendo por la puerta.
-¿Dónde vas? –Preguntó Tom siguiéndole.
-Al bar de abajo… necesito relajarme.
-Te acompaño.
-Y yo. –Dijo Harry.
-¡Oigan! –Gritó Doug con su aguda voz. –No me he traído dinero.. ¿me podrán invitar?
-¡Ni de coña! –Gritaron los tres. –Ya nos debes tres almuerzos y una merienda, Doug. Hasta que no pagues, no invitamos. –Dijeron guiñándole un ojo y saliendo.
-Te he traído algo… -Dijo una voz detrás del bajista.

El rubio dio media vuelta, asustado. Pudo encontrarse a una tímida Mery, quien sujetaba en una mano dos paquetes de Burger King y en el otro brazo intentaba aguantar las bebidas. Él sonrió.

-Apareces cuando más te necesito. –Dijo Dougie arrebatándole una bolsa y una bebida. -¡A comer!

Se dirigió a una mesa que había allí. Se sentó, y Mery le siguió. Sin preocuparse ni siquiera de que Mery se preparara, abrió brutamente su bolsa, sacó su hamburguesa y le dio un feroz bocado. Mery se le quedó mirando impactada, y Doug notó su mirada. Paró de masticar y la miró ruborizado. La castaña levantó una ceja, sacó su hamburguesa, y le dio un bocado más grande que el que había dado Doug.

-Luego dicen de mi… -Dijo el con la boca llena, mientras Mery intentaba que la lechuga no se le cayera de la boca.

Se le acabó cayendo, y poco después empezó a toser atragantada mientras todo el puré que tenía en la boca se le caía sobre la mesa. Los ojos parecían salirse de su órbita. Dougie se levantó rápidamente y empezó ha golpear su espalda hasta que recuperó el aliento.

-Eres una bruta. ¿Lo sabes verdad? –Dijo observando con cara de asco la guarrada que había montado Mery sobre la mesa.
-Creía que iba ha cagar por la boca…
-¡Mery!
-¿Qué?
-Que delicada eres… -Dijo moviendo su cadera y dándole un culazo para que le dejara sitio y se sentara.
-Soy así, y nadie me va ha cambiar.
-Tampoco quiero que cambies. –Se le quedó mirando. -¿Sabes? Eres la única chica que he conocido que no se molesta por lo que piensen los demás.
-¿Para que molestarme? Siempre que me preocupo por parecer mejor, nunca consigo nada… supongo que es eso por lo que mis relaciones no llegan a más. Les molesta que no sea normal.
-A mi no me molesta. Creo, que si fueras como las demás, no te querría tanto como te quiero.

Mery le miró. Sus preciosos ojos azules se habían quedado mirándola, muy cerca. Ella alejó un poco su cabeza, cogiendo su hamburguesa y dando otro bocado.

-Gracias Doug, yo también te quiero.
-¿Ahora tienes algún ligue de los tuyos?
-No. Me niego rotundamente a los tios. Son todos unos cerdos. –Dijo dando el último bocado a su hamburguesa.
-Yo no soy un cerdo. –Dijo poniéndose a la defensiva.
-En ciertas cosas… para comer si que lo eres. –Le dijo Mery sonriéndole.
-Mejor no hablamos de ti…
-Lo sé. –Empujó a Doug para que saliera de su asiento y se levantó en compañía de el. -¿Te puedo pedir algo Doug?
-Lo que sea. –Dijo el con un rayo de esperanza en sus ojos.
-Déjame tocar tu bajo, por favor…

Él suspiro. Asintió y fue a por el. Cuando se lo trajo, Mery lo cogió con cuidado. Era un precioso bajo azul.

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