6.Mini

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-Voy a ir a acercar el coche, así luego nos ahorramos viaje. –Dijo el rubio, volviendo a embozar el hoyuelo con otra sonrisa. - ¿Me acompañas? Harry tardará un poco.
-De acuerdo. –Le dije, empezando a seguir sus pasos detrás suya. Pronto empecé a dar zancadas más grandes para seguirle, y conseguir ponerme a su lado. Dirigí mi mirada a mis zapatillas, intentando otra vez recordarlos.
-¿En que piensas? –Me preguntó, dándose cuenta de que no estaba en la realidad.
-Pues… me sonáis de algo, pero no logro recordar de que.
-Tal vez ya nos hayas visto antes y no te acuerdes de que. –Dijo mirándome, y alcé la mirada. Estaba convencida de que lo conocía.
-Tienes un hoyuelo. –Le dije graciosa, y el apartó la mirada de mi, dirigiéndola al camino mientras sonreía y se le dibujaba otra vez el hoyuelo.
Pronto llegamos al coche, un mini, bastante mono. Abrió las puertas y se dirigió a la de la derecha. Aún me resultaba un poco raro que los ingleses conduzcan por la derecha.
-Siéntate delante si quieres, a Harry no le importará. –Añadió, abriendo su puerta y sentándose dentro.
La verdad es que no quería ir detrás sola, pero tampoco le iba a quitar el sitio a Harry sin conocerle. Dudé un momento en subirme, pues, como bien me había llegado a la cabeza, no los conocía.
-¿Te encuentras bien? –Me preguntó Tom, al ver que me había quedado callada y quieta en el mismo sitio que antes.
-¿Sois secuestradores? –Le pregunté de buena gana, intentando bromear un poco.
El rió fuerte durante varios segundos, y no dijo nada más. Subí al asiento de atrás, y pronto Tom puso el marcha el motor, y dirigiéndonos de nuevo a la joyería. Cuando llegamos, Harry ya esperaba fuera, apoyado en la pared de la casa vecina.
-         Ya podrías haberte dado más prisa. -Dijo, abriendo la puerta por la que normalmente el resto de Europa solía tener el volante. Se quedó parado, y me miró:
-         ¿Por qué no vas delante?
-         No me cuesta nada sentarme aquí atrás. –Le dije, intentando parecer lo más agradable posible.
Subió al coche sin decir nada, y pronto nos volvimos a poner en marcha. Tom y Harry conversaban tranquilamente, mientras que yo pasaba de la conversación y me dedicaba a mirar por la ventana. Odiaba hablar cuando iba en coche, aunque parezca extraño. Normalmente no solía decir ni palabra.
-Laia… -Me dijó Harry, girándose un poco para mirarme.
-¿Eh…? ¿Qué? –Pregunté.
-Que donde vives. –Dijo el moreno, riendo un poco con una fuerte carcajada.
Le dije la calle donde vivía, un poco despacio, ya que no sabía pronunciarla muy bien.
-¿Eres de fuera? –Me preguntó.
-Sí, de España. Vivó aquí ara unos 5 años, desde los 14.
-Se nota un poco. –Dijo, finalizando la conversación.
Pronto pude reconocer calles que ya me sonaban. Me acercaba a casa. Vale, comprobado me dije al ver que Harry y Tom no eran unos secuestradores. Pude darme cuenta de que Harry le hacía una pregunta con un pequeño susurro a Tom, lo suficiente bajo como para que yo no pudiera escuchar ni pio. Seguido esto, Harry cogió papel y boli del pequeño maletero que suelen tener los coches delante y apuntó algo. Mi mirada cambió de Harry a la ventana. Ya estaba en mi calle. Pude ver mi casa a unos pocos metros de donde estábamos.
-Ya veo mi casa, Tom. Es aquella blanca del fondo. –Le dije.
-Muy lógico, Laia, -dijo riendo. –aquí todas las casas son blancas.
-Bueno, yo te digo cuando paras. –Dije, sin poder contenerme la risa ante una frase tan tonta que había dicho. Harry se giró de golpe y me pasó el papel. Lo cogí y lo examiné.
-Es mi número, por si, bueno… por si algún día te apetece quedar o algo. –Dijo, un poco ruborizado.
-Gracias Harry…-Observé la ventana y grité justo a tiempo. -¡PARA! ¡Aquí es!
El coche dio un golpe seco, y los dos chicos se quedaron mirando la casa. Bajé del coche, y me despedí de ellos con la mano, guardándome con la otra el papel con el número de Harry.
-Adiós. –Nos despedimos.
Entré en casa, dejando la mochila a un lado y saludando a mi madre, con un fuerte “¡HOLAA, YA ESTOY EN CASA!”.

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