47.Un simple perdón

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-Mery, cállate ya. Ya sabemos que lo sabes TODO sobre mí. –Le avisé de mala gana, levantando las cejas y volviendo a entrar en la cocina para que al menos dejaran de mirarme.


Ya la había fastidiado. Ahora vendrían las felicitaciones, el fingir sonrisas y el celebrar que eres un año más vieja. No era que tuviera nada en contra de los cumpleaños, en absoluto, pero el celebrar los 20 ya, no los 19 ni 18 ni menos, si no los 20, mi segunda década.

Me había quedado apoyada sobre la encimera, y me había hundido en mis propios pensamientos. Nada más volver a la realidad, oí como la puerta de la calle se cerraba. Seguramente ya habían salido a por las compras de última hora. El supermercado estaría abierto, así que no habría mucha prisa. Miré la hora. Las siete y media. Sí, les sobraba tiempo.
Volví a salir al comedor. Alice, Desi y Camden se habían quedado de pie, charlando, sin preocuparse de sentarse ni nada. Busqué a Mery. Pronto la divisé, ya que había abandonado su trono del sofá y caminaba hacía mí. El sofá.. miré al asiento. Todos se habían marchados, todos excepto Danny, quien seguía más cómodo que nunca, con el bol de palomitas ahora es sus manos.
-¿Estás bien? –Me preguntó Mery cuando ya estaba a mi lado. Yo tan solo asentí, dando mi última vista al vago y mirándola a aquellos azules ojos que tanto conocía -¿Por qué te molesta que sepan tu cumpleaños?
-No me apetece celebrar ni que me feliciten. 20 años ya es mucho
-40 años ya son muchos, no 20, así que no me vayas ahora poniendo las típicas pegas –Me dijo con tono cansino, pero yo no hice más que encogerme de hombros y volver a mirar al sofá. –No le apetecía ir –Me informó Mery a la oreja
-Pues bien –Dije con tono despreocupado, cogiendo una de las sillas de la mesa y dejándome caer
-Ves al sofá.. –Me dijo la castaña, empezando a subir y bajar las cejas como siempre
-Vete tú si tanto quieres. –Le dije con mala cara
Paró un momento y posó su vista en el suelo. Luego de unos segundos, la volvió a mi y me sonrió pícaramente. Algo malo se le había ocurrido.
-Vale, voy.
Me quedé sorprendida. ¿Solo eso, que iba? Pues bien. Vi como empezaba a ir hacía la tele, preparada para sentarse. Esta vez fui yo la que se paró a pensar…
Vale, perfecto, ya sabía para que había accedido tan honestamente. Me levanté de golpe, pero la acción llego tarde. En aquel momento Mery se dejaba caer sobre el sofá, y yo no podía hacer el ridículo como la típica niña que no deja que su amiga diga sus secretos y la hace irse de allí para no decir nada, dejándose en ridículo a sí misma

Mery cambió la vista de la pantalla al pecoso. Él ya se había acabado las palomitas, y había dejado el bol sobre la mesita. Este no la miró.
-Danny.. –Le llamó Mery. El le miró.
-¿Qué?
Ella se acercó más a el, y dio un esfuerzo para girarse disimuladamente, haber si Laia miraba. En efecto, la otra castaña clara no aparta la vista de ella, mirándola con cara de póker y amenazándola con la vista.
-¿No te importa que mañana sea el cumpleaños de Laia? –Le preguntó en un susurro.
-No
-¿Y no le piensas felicitar ni regalar nada?
-Alomejor la llego a felicitar y todo, así que no se queje. –Dijo con la mayor pereza en la que pueda hablar alguna persona, aún sin mirar a Mery.
-Sois unos tontos, ¿lo sabéis? –Por fin le observó de reojo. –¿Pero por que merda de motivo os habéis enfadado? ¿No ves que tu eres la culpa del problema?
-¿Yo? –Dijo el, levantando la cabeza de una vez por todas.
-Sí, tú, y no me refiero por aquella estupidez del enfado de Georgia, ese que ya nadie recuerda, tan solo vosotros dos e intentáis hacerlo dramático. –Le pegó un codazo para que le prestara atención del todo. –A lo que vengo a decir es que te comportas como una mujer, marica.
-¿Marica? –Por cada palabra que decía Mery, Danny iba poniendo cada vez más cara de idiota.
-Sí, marica. Hay que admitir que nosotras, aunque aveces sabemos que motivos de los enfados son tonterías y debemos pedir disculpas, no lo hacemos nunca, por que esperamos que gente como tú lo haga y os podamos perdonar con toda la alegría del mundo.
El frunció el ceño y apartó un momento la mirada. Luego volvió a mirar a la castaña, y movió un poco la cabeza para dar a entender que no sabía lo que pretendía decirle ella después de todo el rollo.
-Enserio, aveces pareces idiota de verdad.. –Admitió ella con un suspiró. –Intento decirte que como bien sabes, he dicho eso del cumpleaños antes de que los otros se fueran para que almenos le compraran algo, y al ver que tu no ibas me dabas a entender que no te importa en absoluto. –Alzó las cejas para decirle que prestara atención a lo siguiente que iba a decir. –Bien, ahora te digo que ya que tú no tienes nada, le regales tu perdón, que será lo mejor que le podrás dar.

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