81.

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Me puse el pijama y me metí dentro de la cama. Un calor instantáneo me inundó al momento. Apagué la lámpara de luz e intenté conciliar el sueño, pero segundos después el móvil sonó. Mensaje nuevo. Lo cogí y abrí el mensaje. Danny:

-¿Te dormiste ya?

No pude evitar sonreírme como una tonta. Cerré el móvil de nuevo, y pasando del mensaje, intenté dormir otra vez. De nuevo, el móvil sonó.

-Se que estás despierta, te conozco. ¿Te niegas a hablarme? :(

Me sonreí con aún más ganas. ¡Basta Laia! Tienes novio, no puedes volver a sentir nada hacía Danny.. aparta el móvil y sigue durmiendo –Me decía mi mente. Pasé de ella y le dí a contestar el mensaje.

-No dormiré hasta que no pares de enviar mensajitos. ¿Qué quieres? –Respondí. Tal vez llegaba a ser un poco dura con el.. ¿debía ablandarme? Sí, tal vez.

-Te dije que sabía que estabas despierta.. te puedo llamar? –Decía el nuevo mensaje. Rápidamente, me puse a escribir la contestación con un no, pero antes de que lo enviara, la canción de I wanna hold you empezó a sonar, y una imagen y nombre de Danny apareció en mi ventanita del móvil.

-Intento dormir, Daniel Jones.
-¿Y para que me lo coges? Que me cuenta dinero.. –Dijo con tono de niño criticón. Este hombre no se ablandaba ni por la noche.
-Pues te cuelgo..
-¡No! –Dijo algo desesperante. Me eché a reír. –Y bueno.. ¿Qué quieres?
-¿Perdón? ¡Si has llamado tú! –Le oí reírse a través del móvil. Comprobado; le gustaba joderme. –Venga va, di lo que tengas que decir. Tengo sueño.
-No se… -Hubo un tiempo de silencio. -¿Estas dormida?
-¡Daniel! –No pude evitar bostezar. –Cuelgo ya. Aquí la gente se cansa y duerme.
-Yo no. –Soltó una carcajada. –Bueno, hasta mañana Laia.
-Adiós.. –Segundos de suspense. Esperaba a que el dijera la última palabra.
-Te quiero, adiós. –Y dicho esto, la línea se cortó.

Aparté el móvil lentamente de mi oreja. Me quedé unos momentos impresionada, hasta que acabé sonriéndome como una tonta. Era increíble; hace tan solo unos meses hubiera dado cualquier cosa porque me dijera eso naturalmente. Ahora, mis sentimientos hacía el ya no eran los mismos. Lo veía como un amigo, pero eso sí, donde hubo fuego siempre quedan cenizas.



-¡Mi bobbie! –Grité nada más entrar a mi habitación y ver al nuevo perro de Mery mordisqueando mi peluche.

Estiré de el, comenzando una batalla para ver quien tenía más fuerza; el animal o yo. Acabé apoderándome de mi mordisqueado muñeco, a quien le faltaba un brazo y un ojo. Miré con furia al perro, quien había comenzado a ladrarme reclamando su peluche.

Era principios de Septiembre. Habíamos pasado un verano normal y caluroso, como todos los años. Mery se había podido permitir el lujo de comprarse una mascota nueva, ya que su madre le había traspasado algo de dinero desde España. El chucho se hacía llamar Dori, y si, era hembra, una mala perra. Había que decirlo.

Era un chihuahua, bastante enano pero que al que ya le habían crecido sus dientes, y se dedicaba a estrenarlos con todo lo que encontraba. Mi relación con el animal era.. mejor no hablar de eso. Sabía que la mascota intentaba joderme a cada momento, porque aunque fuera un simple perro, sabía que no era tonta.

-¿¡Has visto lo que le ha hecho a mi peluche!? –Le grité a Mery tirándoselo. Le golpeó en la cara y cayó al suelo. Ella pasó del golpe y siguió hablando con Alice. Dori volvió a apoderarse de Bobbie.

Escuché el timbre en el piso inferior. Di un suspiro cansino y con furia, ya que había intentado volver a recuperar a mi muñeco, pero Dori se había metido debajo de la cama. Bajé abajo y abrí, y pude encontrarme a los de siempre. Harry, Camden, Desi, Danny, Dougie y Tom entraban sin permiso a mi casa.

-¡Buenos días! –Dije de mala gana mientras Almu y Desi me tiraban sus paraguas mojados encima. -¿Están bien a gusto?
-¿Te ayudo amor? –Preguntó Harry cogiéndome los paraguas y plantándome un beso.
-¡Vosotras dos, las de arriba! –Gritó Dougie asomándose por las escaleras. -¡Tienen que bajar, hay visita!

Pudimos oír las quejas vagas de Alice y Mery desde mi habitación. Segundos después, pude volver a oír los ladridos de la odiosa perra que bajaba las escaleras corriendo para saludar. Empezó a dar saltitos a la pierna de Dougie, quien la cogió con una mano y la puso sobre el aire, ya que el animal apenas pesaba.

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