31.¡Huelga!

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Decidí acostarme, ya que había estado un cuarto de hora recorriendo la casa entera para poder encontrar alguna conexión, pero no.

-Laia, despierta… -Me zarandeó alguien, haciendo que me despertara de aquel mundo que tanto me gustaba.
Me levanté un poco sobre la cama, viendo aún borroso. Me froté los ojos, y pude ver a mi madre a mi lado, mirándome con cara asustada.
-¿Qué ocurre? –Pregunté preocupada, enderezándome un poco más.
-Los profesores han hecho huelga en el instituto. –Me dijo, poniendo aún más preocupante su rostro.
-¿Enserioo? –Exclamé, levantándome y mirándola sin creérmelo. -¿Entonces mañana no hay instituto?
-¿Cómo puedes estar feliz, Laia? –Dijo algo enojada, mirándome con mala cara. –Ya eres mayor como para alegrarte ante tal cosa.
-Pero yo no maduré, mamá. –Le dije, cogiendo mi móvil y encendiéndolo.
Tenía las llamadas y mensajes perdidos de Jake y Rose, pero pasé de ellos. Me dirigí a la agenda y busqué el nombre de Alice. Cuando por fin lo encontré, la llamé.
Tardó unos cuantos minutos en cogérmelo, hasta que por fin me respondió.
-Laiaaaaaaaa. –Me saludó alguien quien no era Alice al otro lado del teléfono.
-¿Mery?
-¡Hola! –Dijo, mientras al parecer evitaba a Alice. -¡Quiero proponerte algo!
-Espera un momento, pásame a Alice por favor.
-No, no, te toca hablar con… -Intentó decir, pero pronto se alejó del teléfono.
-¡Laia! –Dijo esta vez Alice, recobrando el aliento. -¡Me quitó el teléfono nada más ver que eras tu!
-Acostúmbrate. –Le dije, oyendo las pisadas de mi madre atrás mío, alejándose hacía la puerta. -¿Sabes que?
-No, no se.
-Hay huelga en el colegio. –Le dije divertida, esperando su reacción.
-¿¡Qué!? –Gritó, despegándose de golpe del teléfono.
Pude oírla gritar por aquella sala, mientras Mery cogía el teléfono que, seguramente iba por los aires.
-¡Por fin, Laia! –Me dijo.
-¿Qué ocurre? –Pregunté.
-Nada, que Alice se a puesto a chillar por toda la casa.
-No, no. –Le corté, echándome a reír. –Que querías contarme.
-Ah, eso. Pues verás, e tenido un pequeño problema en mi habitación… la cañería del vecino reventó y está llena de agua, y Alice no me deja pasar la noche en su cuarto…
-Y quieres dormir hoy en mi casa. –Le dije, suponiendo su final.
-¡Exacto! –Dijo, empezando a tartamudear en busca de una escusa. -¡Nos lo pasaremos bien las dos, será como hace años!
-Aún no he dicho que no.
-¿Entonces es un sí?
-No. –Le dije, echándome a reír.
-¡Laia, por favor, tienes que dejarme jopelines! –Se quejó al otro lado, cambiando su voz a esa tan chillona que, como bien sabía, me sacaba de mis casillas.
-Vale vale. –Le corté, alejando un poco el teléfono del oído. –Te dejo, tranquila.
-¡Te quiero Laia! ¡Te amo! ¿Lo sabes verdad? –Empezó Mery, haciéndome la pelota. -¿A que hora estoy allí.
-A las siete en punto, ni un minuto más. –Le dije graciosamente, colgándola para no oír ni una escusa más.


Me pasé toda la santísima tarde estudiando, por obligación de mi madre. No había estudiado los otros días, y en esta huelga las dos sabíamos perfectamente que tampoco lo haría.
Cuando por fin tocaron las siete, Mery se presentó sin retraso. Llevaba una mochila colgada a la espalda, y al parecer estaba suficiente llena. Nos dirigimos a mi cuarto, y allí nos dejamos caer sobre la cama. La castaña cogió su mochila y abrió la cremallera. Le arranqué la bolsa rápido de las manos, haciendo que diera un fuerte quejido.
-Lo saco yo, que tu lo pones todo echo una granja. –Me quejé

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