93.

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-Error. –Dijo ella frunciendo el ceño. –Eras. Has dejado de serlo.
-¿De verdad? –Dijo él levantando una ceja algo decepcionado. -¿Ahora quién es? ¿Harry?
-Obvio. –Le contestó ella mirándolo con satisfacción. -¿Qué esperabas?
-Pues que te siguiera gustando.
-No Danny, no confundas. Que hubieras sido mi Mcguy preferido, no quiere decir que te hubiera querido. –Dijo ella levantando una ceja.
-Venga ya. Todas las del Team Jones me han deseado alguna vez. –Dijo en plan seductor, guiñándole otro ojo. –Apostaría lo que fuera a que tu también.

Laia se quedó parada, con el ceño fruncido y faceta de enfada. Tenía los labios acurrucados y los brazos cruzados, tipo Dory. Danny en aquel momento se dedicaba ha guiñar ojos y estar en plan seductor, cosa que a Laia le mosqueaba. Se levantó de su silla y salió con paso lento hacía la calle. Antes de salir del local, pudo oír como Danny se quejaba diciendo que era una broma. Una vez salió, se apegó a la pared, cubriéndose por los toldos de los bares. Empezó a caminar, con las manos guardadas en los bolsillos de su sudadera, intentando evitar el frío.
Detrás suya, pudo oír el leve tintineo que producía la puerta del bar cuando alguien entraba o salía. Supuso que era Danny, ya que no tardó mucho en oír como este la llamaba desde atrás suya.
Paso de él y siguió caminando, hasta que pudo oír sus pasos lo suficientemente cerca como para que suspirara de cansancio. Aún así, no paró. Cuando ya lo notó justamente detrás suya, notó como la agarraba por el brazo y le daba media vuelta. Ella puso siguió arrugando el ceño, mosqueada por su actitud.

-¿Por qué te has ido? –Preguntó, no muy feliz que digamos.
-¿Yo? Por nada. –Dijo ella con ironía.
-¿Por qué demonios estás siempre de tan mal humor conmigo, Laia? –Preguntó aún sosteniéndola por el brazo, ya que ella insistía en dar media vuelta y seguir caminando. –Di.
-¿Eres así con todos? -Preguntó esta vez ella apartando su mano de su brazo.
-¿Así cómo?
-De presumido, engreído, cabezota, soberbio, arrogante… te crees mucho, Danny. –Suspiró, buscando las palabras clave para expresarse. –Vas por ahí, echándole piropos a todas las que pasan por tu lado, guiñando ojos y creyéndote el Don Juan de todas, como si lo que hicieras fuera perfecto porque lo haces tú, y mientras tienes novia… las cosas no son así Danny.

Se quedó varios segundos callado, reflexionando sobre lo que le acababa de decir su amiga. Su cara no daba pistas sobre lo que pensaba; estaba como si siguiera con la mirada a una mosca, dando vueltas por el mismo círculo. Mientras, lo único que se oía era la rápida respiración que tenía Laia y como las gotas se estrellaban sobre el toldo del bar que tenían delante.

-¿Y que más da lo que haga si tengo novia, si tu no eres ella?
-Me da igual lo que hagas, ¡me la suda! –Dijo ella mosqueándose. –Solo que a mí no me metas por en medio, me estás tratando como todas las demás, como si yo te quisiera. Resulta que no todas lo hacen.
-Y que más da, si Georgia me ha sido infiel. –Dijo cabizbajo, como si se arrepintiera, pero se le veía el pelo.
-¿Entonces es que me crees a mí antes que a ella?
-Si, supongo… -Dijo mientras se cruzaba de brazos y suspiraba. –Creo que de ella me lo venía venir, además, no has sido la única que me ha ido avisando.
-Pues.. me alegro. Ya harás tu lo que tengas que hacer con ella. –Dijo mientras lo observaba aún confusa. -¿Pero tu le has llegado a ser infiel a ella?
-Jamás, eso te lo puedo prometer. Siempre que he estado con alguien, puedo tontear todo lo que quiera con las demás, pero jamás llegaré a poner los cuernos si ellas no me los ponen. –Dijo con total confianza.

Ambos se quedaron callados, observándose. Nadie se dirigía la palabra, y el silencio que se había formado no era del todo incómodo. Ambos tenían la mente ocupada. La primera en reaccionar fue Laia, quien suspiro y alzó ambos hombros sin saber del todo lo que hacer.

-Creo que me voy a casa... no me apetece café ni nada.
-¿Quieres que te acompañe? –Dijo él acercándose.
-No, mejor no. –Le contestó ella empujándole despacito. Antes de que diera media vuelta, Danny logró frenarla una vez más.
-¿Segura que jamás te he llegado a gustar? –Preguntó, como si suplicara con la mirada que ella le dijera que sí.
-Vamos a ver Danny… llegar a gustar, gustas a todas, pero otra cosa es…

No pudo terminar la frase. Antes de que finalizara, el pecoso la agarró ligeramente de la cadera y la acercó a él. Laia reaccionó rápido colocando sus puños sobre su pecho, pero su fuerza con la de Danny no era comparable. El pecoso, con osadía, acercó su rostro con el de Laia lo suficiente como para que ambos se quedaran separados ambos centímetros. La respiración de la castaña se había acelerado y se había quedado inmóvil, aún con los puños sobre su pecho. Antes de que ella lograra siquiera pensar en lo que poder hacer, Danny cortó ambos centímetros de distancia y logró besarla.

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