5.Tom

|
Los días fueron pasando exactamente igual. Cada día se repetía lo mismo. Instituto, amigos, deberes y dormir. Así día a día. El fin de semana aún podía llegar a ser divertido, pues con Alice y compañía me lo pasaba bien. Después de una semana y dos días exactamente, llegó el viernes por la tarde. Alice y yo salimos juntas del instituto, y nos dirigíamos a casa, ya que el camino llegaba a ser el mismo que tomábamos. Íbamos comentando lo que nos había ocurrido durante ese día, pues los viernes, por desgracia, no coincidíamos en ninguna clase. Llegamos al lugar donde nuestros caminos ya se separaban, por así decirlo, y ella subía y yo bajaba.
-Bueno Laia, ¿Hoy quedas?
-Hoy no puedo Alice, es viernes. Los viernes prácticamente los utilizo para estudiar y adelantar deberes y tal... -Dije, y pude ver como Alice suspiró.
-¿Por que no lo dejas todo para el Domingo por la noche, como hago yo?
-Por que los Domingos me muero de sueño. -Solté, haciendo una limpia carcajada.
-Y bueno, ¿mañana podrás?
Me miró a los ojos, como esperando un sí aunque no pudiera decírselo. La verdad es que los Sábados prefería quedar con ella antes que quedarme en casa toda la tarde, así que, ¿por que no?
-Claro, mañana me viene de maravilla.
-Perfecto... pues mañana te llamo y quedamos ¿vale? -Dijo, sin poder evitar una pequeña sonrisa.
-Hecho. Pues bueno, hasta mañana.
-Adiós.
Bajé calle abajo, mientras ella subía. Iba mirando atrás, al igual que ella, despidiéndonos con la mano conforme iba aumentando la distancia. Cada vez más lejos, se iba haciendo una pequeña bolita que sacaba un brazo por arriba y lo agitaba. Me volví ya enfrente, pues la figura de Alice ya había desaparecido en una curva, pero, me pilló en una esquina.
Giré rápidamente para no seguir calle abajo, pero, me choque otra vez contra algo. Me dí con esa persona en la cabeza, pero por suerte no caí al suelo. ¿Qué manía tenía de chocarme contra todo? Levanté la cabeza, ya preparada para disculparme y seguir mi camino. Levanté, y me encontré con una persona ya conocida.
-Hola de nuevo. -Saludó levantando una mano.
-Vaya, hola Harry.
¿Por que siempre me chocaba con el? No es que me hubiera chocado muchas veces, pero, prácticamente me e chocado, y siempre e acabado pareciendo un poco tonta. Me dí cuenta de que no iba solo. Le acompañaba un chico rubio alto detrás de el, que observaba su móvil. Levantó la vista al ver que su amigo se había parado, y pude apreciar unos ojos castaños, que, al igual que los de Harry, que también me sonaba. Había algo en esa cara que estaba segura de haber visto antes, pero, ¿El que?
-¿Te e hecho daño? -Preguntó Harry, volviéndome a sacar de mis pensamientos.
-Ah no, tranquilo. Ya estoy acostumbrada a chocarme con la gente. Soy demasiado despistada, lo siento.
-No, tranquila, yo tampoco miraba por donde iba.
Silencio. Odiaba esos silencios. Nunca sabía como seguir la frase, y sin duda me sentía realmente incómoda.
-Y bueno… -Siguió el. -¿A donde vas?
-A casa, y… ¿vosotros?
Vale, tampoco sabía seguir la conversación, pero, para mi Harry no era una persona que conociera de mucho, aunque me parecía que lo conocía de algo.
-Íbamos a comprarle un regalo a una amiga, ya que se acerca su cumpleaños. -Dijo, y, seguramente, se dio cuenta de que observaba al chico de atrás. - Este es Tom. Tom, ella es Laia. La conocí también cuando nos chocamos en el instituto.
-Hola. -Dije, saludándole con un ligero cabezazo.
-Encantado, soy Tom.
Más silencio. ¡Por dios, ya basta, hablad! Me dije, intentando pensar algún tema que sacar...
-Y, bueno... ¿Qué pensáis comprarle a la chica? -Dije, intentando hablar.
-Pues, francamente, aún no estamos muy convencidos. Pensábamos comprarle algunos pendientes o algún collar... –Dijo Harry.
-A bien. A las mujeres nos gustan bastante esos detalles. -Añadí, dando mi opinión.
-Pero es que no sabemos que os gusta en realidad.... -Dijo Tom detrás de Harry, acercándose un poco más y guardando su teléfono en la chaqueta. -Una cosa, Laia... ¿Nos podrías ayudar a elegir?
Oí mal. ¿Yo? Me quedé un poco sorprendida ante el atrevimiento de ese Tom. Nose los ingleses, pero yo, cuando acabo de conocer a una persona a la que no e hablando jamás no le pido que me acompañe a elegir unos regalos si no tengo ni idea de que comprar... bueno, dicho así, no suena tan mal como yo pienso, pero era algo por el estilo.
-A pues... Nose, yo es que tengo que ir a casa, la verdad...
-Si quieres luego podemos acompañarte en coche. -Dijo Harry.
Aún peor, pensé. ¿Qué hacía? La idea en sí no estaba tan mal. Ayudarlos a elegir unos complementos e ir a casa en coche. Tardaría más o menos lo que me cuesta andado, ciertamente. Pero es que no los conocía casi. Vale, sí, soy una gallina, pero mi madre me a estado diciendo eso toda la vida; “No te subas a coches de desconocidos”.
-¿Laia? ¿Qué opinas? -Me preguntó Harry, al ver que no contestaba.
-¿Cómo? Ah, sí, vale, no me cuesta nada.
Mierda. No, yo no quería haber dicho que sí. ¡Se me escapó >-<!
-¿De verdad? ¡Pues muchas gracias, enserio! -Dijo agradecido el tal Tom.
-La joyería a la que vamos no está muy lejos de aquí. -Añadió Harry.
Les seguí hasta la joyería, mientras hablaba con ellos de esa amiga.
-¿Y como se llama? -Pregunté, un poco curiosa.
-Frankie. -Dijo Harry.
-Es la novia de un amigo nuestro, y la conocemos y eso. Así que nos sentaba un poco mal no hacerle ningún regalo.-Dijo Tom.
-¿Y por qué no os acompaña el novio de Frankie? -Pregunté. Cotilla de mí, si, pero yo era así.
-Llámale Dougie. -Dijo Harry entre risas. -Se a ido con otro amigo nuestro a comprarle otro regalo.
Llegamos a la joyería. Dios... -Me me dije al observarla. -¡Es enorme!
Observé los anillos y pulseras que había en el escaparate. Todo tenía una pinta increíble, pero también carísimo.
-¿Qué tal estos? –Dijo Tom a la otra parte cristal. Me acerqué a donde el estaba y pude observar unos preciosos anillos bañados de plata brillante, con una pequeña piedra al pedio, color morada.
-¡Dios mío, son preciosos! –Exclamé.
Los dos chicos me miraron extrañados, y no pude evitar ruborizarme un poco.
-Nose como a las mujeres os pueden volver loca un simple complemente. –Dijo Harry, poniendo ahora cara de confusión y girándose para entrar en la joyería.
-¿Y ya está? –Le dije antes de que entrara por la puerta. –Osea, ¿Éstos?
-Si ¿no? Lo que importa es que le guste, y a ti al parecer te a gustado, ¿o no?
-Sí.
-Pues eso, voy a comprarlos. Esperad aquí, no tardo. No hay casi gente.
Se volvió a girar para esta vez entrar ya en la tienda. Me quedé mirando a Tom, quien observaba los pendientes que exhibían detrás del cristal. ¿De que demonios me sonaba su cara?
-¿Pasa algo? –Dijo, percatándose de mi mirada. Embozó una pequeña sonrisa, y pude ver que se le dibujaba un hoyuelo. 

0 comentarios:

Publicar un comentario