14.Maldito reproductor.

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-¿Te gustan? –Preguntó viendo como no podía controlar mi alegría.
 Comencé a buscar por la desordenada habitación mi reproductor de música. Cuando por fin lo encontré, me tiré de un salto a la cama, haciendo saltar a Mery hacía el suelo.
-¡Bruta, animal! –Me criticó mientras me apartaba y se dejaba sitio otra vez para sentarse.
Abrí el reproductor y puse primero el disco de Wondeland. Dí al Play, pero, allí no iba nada.
-¡No por Dios! –Grité, apretando una y otra vez el botón. -¡Ahora no me falles, ahora no!
Por mi mala suerte, todo me pasa a mi. Abrí de nuevo la tapa y puse esta vez el de Room on the third floor. Le dí de nuevo al Play, pero al igual que antes, no sucedió nada. Abrí de nuevo la tapa, y dejé el disco con cuidado sobre su funda, mientras cogía con la otra mano el reproductor y lo tiraba a la otra punta de la habitación. Dio con la pared, y calló encima de los peluches que amontonaban el suelo. Empecé a llorar, cogiendo los 2 CDs limpiándolos.
-Laia, tranquila hija mia. –Dijo, abrazándome. –No les pasa nada a los discos, es solo el reproductor. No funciona, pero ya compraremos otro.
-Ya lo sé, pero es que, me hacía tanta ilusión volver a escucharlos. –Le confesé, secándome las lágrimas y observando las caras de los miembros en la portada. Estaba un poco borrosa, ya que durante estos años había soportado humedad y polvo, pero aún así, pude convencerme. Diferencié en el disco de Wonderland la cara del único rubio que había en aquel tiempo. Tom. Sí, al parecer había conocido a Mcfly. Observé el chico de su derecha, quien tendría que ser Harry, ya que se podía diferenciar si una se fijaba bien. Luego estaba el más bajito, Dougie, quien en esa foto salía moreno, y a su izquierda, tendría que estar Danny. Había cambiado.. se había hecho más… ¿viejo?. Reí yo sola, mientras Mery, quien no tenía ni idea de que pensamientos estaba teniendo, me miro raro.
-¿Y ahora te ríes? –Dijo con gracia, mientras abría la tapa de la cama y se metía dentro. –No hay quien te entienda.
-¿No cenamos?
-No tengo hambre. Nos hemos inflado a comida aquí.
Observé el cuarto. Estaba lleno de bolsitas gastadas de galletas y picoteo. Reí para mí, y me metí con ella en cama, mientras discutíamos por la manta.
-Buenas noches, Jones. –Se despidió de mi.
¿Jones? Dios, hacía años que no nos llamábamos así. No pude evitar sonreír ante aquel apellido. Lo conocía, y aún no me lo podía creer. ¿Tal vez debería presentárselos a Mery? No, aún no.
-Buenas noches, Poynter. –Le devolví la despedida.

[…]

Madrugar por la mañana, para asistir a unas aburridas clases que lo que te dicen lo distes hace unos años… no lo soporto. Me desperté antes que Mery, haciendo que ella lograra después de toda una noche, su querida manta. Hice como siempre entre semana, mi recorrido. Desayuno, despertar a Noemí, vestirse e prepararse. Cuando salí de casa Mery aún seguía durmiendo, así que no iba a molestarla para decirle un simple adiós. Ella adoraba dormir, así que si la despertabas, pasaría lo peor.

Aquella mañana solo me tocaba la misma clase con Rose, así prácticamente solo pude estar una hora sin aburrimiento. Rose era la típica chica que te hacía reír con cualquier tontería que soltaba, y todo mal momento lo hacía bueno. La verdad era que me sentía bastante cómoda con ella.

A la hora de la comida, entré en el comedor. La falta una gran parte de gente en las mesas. Me dirigí a la que normalmente solía estar, y allí, no había nadie. Me senté a esperar, y estuve unos minutos haciéndolo, pero, por muchos minutos que esperara, allí no entraba ni Dios.
-¿Puedo sentarme? –Dijo una voz ya conocida por mi.
Me giré, y allí estaba la persona que me suponía que era. Harry, Harry Judd, pero ahora lo veía como alguien más importante.
-Claro que puedes. –Le dije, mientras me entraba vergüenza y me volvía a girar hacía mi comida. Ahora que sabía que Harry era el batería de Mcfly ¿Le podría hablar igual?

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