80.

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No sabía cuantos minutos habían pasado desde que salí del apartamento de mis amigas, pero empecé a notar el calor y tener sed. Levanté la vista y observé los bares que había en la calle en la que me había metido.

Opté por meterme en el primero que estaba a mí alcance. Un típico bar, normal como todos, así que no me molesté mucho en fijarme en los detalles. Me senté en una de las muchas mesas que habían libres. Abrí mi bolso y busqué el reproductor. Cuando lo encontré y me lo coloqué, le di ha play para que empezara a sonar She falls asleep.

Después de que la camarera consiguiera captar mi atención ya que no había conseguido oírla, y haber pedido lo que quería, seguí mirando a través del cristal. Finas gotitas comenzaban a estamparse contra el.
Noté como mi auricular izquierdo salía de mí oído, estirado por alguien. Me giré para ver quien había sido el responsable, y me encontré la famosa sonrisa que tanto me gustaba. Danny.

-¿Qué haces aquí? –Pregunté amenazadora, mientras el se sentaba en el sitio de delante sin preguntar.
-Yo también me alegro de verte, Laia. –Dijo alegre, cruzando sus manos y mirándome con mirada pícara. -¿Qué vas a tomar?

Seguí mirándole sin decir nada. Cogí el auricular que me había quitado y me lo puse nuevo. Pasé de el y saqué mi móvil del bolsillo, empezando a buscar algún juego que tenía para entretenerme. El tetris.

Después de pocos minutos, levanté la vista hacía Danny. Seguía mirándome sin apartar la vista. Cerré el juego y me quité de nuevo el auricular, incómoda ante la mirada que no apartaba.

-¿Quieres algo? –Dije de mala leche. Había que admitirlo; me conseguía sacar de quicio.
-Qué me contestes. –Se movió un poco en su asiento, pero sin dejar de mirarme. -¿Qué has pedido?
-Un pony, unas cuantas converse nuevas, ropa, unos libros y mis antiguos CDs de Mcfly. Pero dudo que me los traigan. –Esperé su reacción, pero no se movió. Aquello me incordió aún más. -¿Me has seguido, acaso?
-No, tengo cosas mejores que hacer. –Me guiñó un ojo al ver mi cara de enfado. –Que va, tan solo pasaba y te vi.
-¿Y siempre tenemos que coincidir? –Dije de mala gana, dejando que la camarera pusiera mi chocolate caliente sobre la mesa.

Seguí hablando con el. Después de unas cuantas amenazas de parte mía y bromas de parte suya, acabamos hablando pacíficamente.
Tiempo después, miré el reloj. Había pasado una hora ya… increible. El tiempo con él se pasaba rápido, la verdad, pero ya era tarde y era mejor volver a casa.

-Creo… creo que me voy. –Dije un poco desconfiada. No tenía ganas.
-Pues bueno, adiós. –Acotó.

Me quedé incrédula. Salí de mi sitio de mala leche, pero pronto noté como me agarraba del brazo.

-Que era broma. –Dijo divertido, saliendo conmigo.

Pagué mi bebida y salí afuera, sin decir palabra. Eché a andar hacía mi casa.

-¿Te has enfadado? –Preguntó a mi lado. –Era una broma. –Dijo echándome un brazo sobre mi hombro. Me paré y le miré.
-Eres realmente odiable a veces. –Dije volviendo a caminar después de librarme de su brazo.
-Lo sé, pero caigo bien aún así. –Le miré de reojo. Estaba sacando las llaves del coche. -¿Te llevo a casa?

Me lo pensé dos veces. Mi casa se hallaba lejos, y Danny no era ningún desconocido. Acabé optando por aceptar su oferta.

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