30.Portatil.

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Volví pronto a casa, ya que había oscurecido ya y no me gustaba ir sola por Londres a mitad de la noche. Alice me llevó, como siempre. Era mi taxista, sin duda mi taxista favorita. Podía hablar tranquilamente con ella de mis cosas, compartíamos los mismos gustos de música y de vez en cuando me dejaba coger el auto.
Abrí la puerta después de varios intentos con distintas llaves. Tenía llaves de España, de mi verdadera casa, de la de mi abuela… de todos sitios. No me apetecía despegarme de ellas nunca, aunque no estuviera en aquel país.
Entré un poco con torpeza, ya que la luz estaba apagada. Busqué el interruptor sobre la pared, hasta que lo hallé. La luz envolvió el recibidor, mientras dejaba en una esquina la pequeña mochila que me había traído por la mañana.
-¡Buenas noches! –Dije en voz alta, entrando al salón en busca de mamá. -¿Hola?
Allí no había nadie, tan solo estaba la luz y televisión encendida. Me dirigí hacía la cocina, y no solo me encontré a mamá. Ralph ponía los cubiertos sobre la mesa con tanta elegancia, que parecía que nos íbamos de restaurante.
-Buenas noches, Laia. –Me saludó, mostrándome una sonrisa.
-Hola. –Le saludé, un poco con vergüenza.
-¿Qué tal el día? –Me preguntó mamá, mientras esperaba a que, seguramente el pollo, ya que olía a tal, acabara de hacerse en el horno.
-Muy bien, un gran día. –Admití, mientras embozaba una pequeña sonrisa. –Me lo pasé bastante bien.
-Bien bien, eso es bueno. –Dijo Ralph. –Tengo una pequeña cosa para ti.
Se volvió hacía el salón, con un paso un poco lento. Me volví mientras hacía mamá, intentando aprovechar unos pocos segundos para preguntarle unas cosas.
-¿Qué hace el aquí?
-Vino a verme. –Me contestó Noemí, sacando ya el pollo del horno.
-¿Tenéis algo entre vosotros? –Empecé a subir y bajar las cejas sucesivamente.
-¿No te dijeron nunca que eres un poco pesada, Laia? –Me dijo con angustia, poniendo el pollo sobre la mesa. –A cenar.
Ralph volvió a entrar en la cocina, sobre un regalo de paquete verde a flores navideñas sobre la mano.
-Esto es para ti. –Me dijo, mientras me lo extendía.
-¿Cómo? –Me extrañé un poco. –No pienso aceptarlo. Gracias, pero no puedo.
-Tómatelo como un regalo de cumpleaños anticipado. –Me dijo, poniéndomelo con fuerza sobre las manos. –No falta mucho.
-Es dentro de un mes todavía…
-Pero yo te lo adelanto. –Me dedicó una alegre sonrisa, enseñándome unos dientes un poco amarillentos. –Venga, ábrelo, quiero ver que cara se te pone.
Cogí aire y miré a mamá, quien se había situado en un sitio al lado de la mesa para poder contemplar mejor la escena. Agarré el papel verde y comencé a estirar de el. El regalo era duro y cuadrado, así que supuse que sería algún libro o por el estilo. Una capota negra empezó a asomar, hasta que estiré de una forma, haciendo arrancarlo todo de cuajo. Un pequeño pero brillante ordenador posaba sobre mis manos.
-NO ME LO PUEDO CREER. –Exclamé, haciéndolo abrir y viendo una pantalla todavía con el plástico de nuevo sobre la pantalla.
-¿Te gusta? –Me preguntó Ralph.
-¿¡Qué si me gusta!? –Me dirigí hacía el y me mantuve por un momento de abrazarle. -¡Es perfecto! ¡Hace años que quiero uno!
-Pues ya lo tienes. –Me dijo, dedicándome una sonrisa. –Me merezco un abrazo, ¿no?
No le contesté, tan solo me dirigí al hombre y le dí uno de mis mejores abrazos. Tal vez no lo conociera muy bien, pero se había ganado mi confianza en poco tiempo.
-¡Me voy arriba! –Grité, echando a correr escaleras arriba y dirigiéndome a mi habitación.
Me eché a lo bruto en la cama, haciendo que algunos de mis muñecos volaran y cayeran al suelo. Apoyé mi nuevo ordenador sobre la cama y lo abrí cuidadosamente. Esperé a que se cargara y me pidiera el nombre de usuario como siempre. Cuando por fin finalizó todo el procedimiento, clavé mi dedo índice sobre el ratón que tenía el aparato sobre el mismo, y me dirigí hacía la ventana de Internet para abrirla. Sin conexión. Merda, no tenía Internet. Me dirigí a redes inalámbricas, buscando alguna antena a la que conectarme, pero, como ya saben de mi suerte, no había ninguna. ¿Acaso en mi vecindario eran todos unos ancianos?

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