33.Tortolitos

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Observé la prenda que me había lanzado. Merda. Me había encontrado algo que ponerme, y no estaba nada mal. Dirigí mi mirada a ella, quien había logrado cerrar el armario.
-¿Alguna escusa? –Me dijo esta vez ella, mirándome maliciosamente.
-El a quedado contigo, solo contigo…
-Pero tu eres como mi chihuahua que siempre me acompañada fielmente. –Me soltó, haciendo algunas carcajadas.
-Idiota. –Le solté.


Diez minutos después de haberle contado a mi madre el plan, solo que quitando a Jeremy, y haber encontrado su aprobación, encontramos al rubio enfrente de mi casa. Nos dirigimos hacía el, mientras Mery se adelantaba y abría la puerta trasera del coche.
-Te toca delante. –Me dijo, echándome la lengua.
La miré mal, y chafé su pie antes de que lo levantara para meterlo en el auto. Dio un leve quejido, haciendo que yo sonriera maliciosamente y me tuviera que sentar delante.

Llegamos aun bar, donde la pared era de cristal, y permitía ver lo que había fuera. Delante de nosotros había un Starbucks coffee, y nos rodeaban otros bares y tiendas ya cerradas. Me tocó sentarme enfrente al lado del cristal, mientras delante mía se acoplaba Jeremy y a mi lado Mery. Apoyé mi cabeza sobre mi mano, haciendo dirigir mi mirada hacía el exterior. La camarera llegó y nos preguntó lo que deseábamos tomar.
-Yo quiero una cerveza. –Mandó Jeremy.
-Yo un zumo de chocolate. –Pidió Mery.
-Y.. ¿usted? –Preguntó la chica sobre patines.
Los tres me miraron, mientras yo me ponía firme y salía de mi mundo.
-¿Qué, eh? –Dije tontamente, mirando a Mery. ¿Qué pediste tú?
-Zumo de Chocolate.
-Pues yo también. –Le aclaré a la camarera, volviendo a apoyar mi cabeza sobre mi mano y mirando a través del cristal. Tenía sueño, y podía haber estado en aquel mismo momento calentita sobre mi cama, durmiendo plácidamente, y no aguantando a dos tortolitos y helándome de frío.

-¿Qué hace Laia aquí? –Susurró Jeremy, acercándose a Mery para que solo la oyera ella.
-Tenía miedo y quería venirse conmigo, así que no le dije que no.
-Incomoda un poco, la verdad. –Le confesó el rubio.
-Está en su mundo, en este momento no oye, tranquilo. –Dijo Mery, echando un vistazo a su amiga, quien no se sabía si dormía o solo miraba.


Me aburría como una ostra, como nunca. Me dedicaba tan solo a ver entrar y salir gente de los demás restaurantes y bares, y no tenía otra opción que quedarme allí callada y sentada. Miré al Starbucks coffee, y, sin poder evitarlo, me entraron unas ganas inmensas de tomarme uno, bien calentito. Mis ojos empezaron a cerrarse sin poder evitarlo, hasta que algo, me hizo abrirlos como nunca. Danny Jones salía de aquel sitio, con un Starbucks en la mano. Como siempre, aquellas miles de mariposillas que dormían en mi estómago despertaron.
Danny llevaba una chaqueta marrón y sus típicos pantalones pitillo. Empezó a caminar lentamente, mientras observaba los establecimientos y tomaba algún que otro sorbo a su bebida. Mis ojos empezaron a seguirle, paso por paso. Dios, que forma de andar. Era perfecto, sin duda. Deseé por una parte que no me viera, pero por otra, lo suplicaba. Sus ojos empezaron a recorrer el ancho bar en el cual yo estaba, hasta que me encontraron. Me dio un revuelco en el corazón cuando levantó la mano para saludarme y me dedicaba una de sus hermosas sonrisas. Le sonreí tímidamente, mientras repetía su acción. Pude ver como me hacía señas para que me acercara, y, no se por qué, pero por un momento dejé de hacer caso a mi mente.
-Espera un momento, Mery, tengo que salir afuera un segundo. –Le dije, empujándola para que me dejara salir.
Cuando por fin se apartó, me dirigí hacía la puerta y salí. Un aire frío típico de un Enero en Londres me recorrió entera, mientras caminaba hacía el pecoso.
-Buenas noches. –Me saludó sonriéndome.
-Hola Danny. –Le dije, algo tímida aún.
-Que tal. –Me preguntó con normalidad. Al parecer a el no me afectaba el frío.
-Em, bien, aquí, con Mery y Jeremy. –Le dije, señalando a la ventana.
El dirigió su vista allí, y pudimos ver como dos cotillas entrometidos, Jere y Mery, nos observaban con atención.

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