48.Exorcista

|
El no añadió nada más, tan solo se quedó callado, pensando en las palabras en aquello que le había susurrado Mery. Ella se levantó nada más acabar, y sin decir nada, regreso junto a Laia.


-¿Qué le has dicho? –Le pregunté cuando regresó después de sus cuchicheos con Danny.
-Cosas mías –Contestó, parándose delante mía y mirándome con una pequeña sonrisa. -¿Ansiosa por que llegue mañana?
-No me cambies de tema, -Le avisé, sin quitar mi cara de póker. –y dime de que habéis hablado.
-Si lo quieres saber, ves tu misma a preguntárselo. –Me retó con una gran sonrisa, enseñándome toda la hilera de dientes que tenía. Era odiable, créanme.
-Sabes que no lo haré, y yo te lo preguntó a ti, no ha… -Miré con despreció al sofá. – eso.
-Bueno, que sí, no me vengas con rollos. Yo te contesto que… que no me acuerdo, así que pregúntale a el si quieres saber. –Me dijo, caminando hacía las demás.
Ella era así. Sabía que la cosa que le hubiera dicho, lo había hecho tan solo para quitarnos el enfado. Pero no, yo no quería un perdón obligado por Mery, si no natural.
Acabé por rendirme, pero no iba a preguntarle a el. Tarde o temprano saldría a la luz, y si no, algún día acabaría enterándome. Me levanté y me fui con las otras, quienes buscaban alguna película divertida que poner. Mery quería seguir viendo Charlie y la fábrica de chocolate, Alice optaba por alguna de terror, Desi de amor y Camden prefería de risa. Unas opiniones muy distantes, así que me tocaba elegir a mí alguna de ellas. Aunque quería reír un poco, no veía a ninguna película capaz de algo, así que me decidí entre amor o terror. Tampoco quería una situación muy romántica en una noche como aquella, así que me decidí por las de terror. Tal vez pasar un poco de miedo era lo que necesitaba.


Después de que los tres regresaran a más de media hora, con un gran pollo, bebidas y otras carnes, nos pudimos poner a cocinar. Después de prepararlo todo, ocurrió la desgracia de la noche, cuando todos buscábamos y elegíamos algo de suficiente terror para ver.
-Huele a quemado.. –Dijo de repente Dougie, levantando la cabeza y oliendo al aire.
Todos actuamos igual, pero la única en reaccionar fue Alice.
-¡EL POLLO! –Gritó mientras se levantaba de golpe y saltaba por encima de todos los CDs.
Nosotras les seguimos, pero nada más llegar a la cocina y abrir el horno, no pudimos soltar un grito.
-¿¡Qué pasa!? –Nos gritó Tom desde el salón, y poco después apareció por la puerta.
-El pollo… está negro.. –Dijo Desi, señalando con el dedo la gran figura negra del horno.
Así era. Estaba completamente negro, y al parecer, le faltaban los ojos. Se había chamuscado entero, así que no pudimos hacer otra cosa que calentarnos unas vulgares pizzas y acabar eligiendo la famosísima película de El exorcista. Por raro que parezca, yo, al igual que Mery, aún no la habíamos visto. Éramos demasiado caguetas, y si hubiéramos intentado verla nosotras solas, la hubiéramos quitado antes de que apareciera cualquier escena de miedo.


Siete pizzas calentadas, de diferentes sabores. Los chicos prefirieron una para ellos tan solo, y mientras, nosotras compartíamos una para cada dos.

Cenábamos mientras mirábamos la película. Habíamos apagado todas las luces, y tan solo nos iluminaba la pantalla. Las chicas nos habíamos acoplado en el sofá, mientras que los chicos se acomodaron en el suelo.
De vez en cuando, alguna de nosotras no podíamos evitar soltar un grito, incluso por el más pequeño detalle.
Primero empezó Desi. Por cada escena o cualquier objeto que se moviera en la película, grito que daba. Luego en las más terroríficas, éramos todas las que nos poníamos a chillar como desesperadas y escondíamos nuestras cabezas entre nosotras. Luego, ya eran los otros, quienes se ponían a hacer la típica mano que sale de repente cualquier estupidez. Incluso Dougie llegó a hacernos burla fingiendo nuestros gritos, haciendo que cada una le diera un buen golpe.


-Tengo miedo… -Dijo Alice, una vez que la película acabó y volvimos a encender las luces.
Nos habíamos quedado traumatizadas, inmóviles. Mirábamos a cualquier lugar con cara de pánico y nos habíamos arrinconado en una esquina para mantenernos seguras.
-Venga ya, no es para tanto. –Nos criticó Tom, empezando a rebuscar entre los armarios.
-¿Perdón? –Se hizo la despistada Alice, saliendo de nuestro rinconcito. -¿Qué no es para tanto? ¿¡Que no es para tanto!? –Cogió uno de los cojines y le golpeó en la espalda. -¡Me voy a quedar semanas sin poder pegar ojo en todas la santas noches!

0 comentarios:

Publicar un comentario