El fuerte ruido del despertador me expulsó del mundo de los sueños e hizo adentrarme en el de la realidad. Golpeé fuertemente la parte de superior del despertador, y eso hizo que se callara instantáneamente. Tenia frío aquella mañana. Eran las 10:00h de la mañana, de un lluvioso Sábado. La verdad es que, ya me había acostumbrado al frío. Era algo lógico en Londres. Vivía allí desde hacia unos 5 años, desde que mis madres se separaron. Me fui a vivir con mi madre, lejos del lugar en donde nací, de mi padre y de mis amigos. Ahora ya tenia 19 añitos, y prácticamente, me seguía comportando como alguien de 12.
Me levante lentamente de la cama, con sueño aún. Me puse las sandalias de ir por casa y salí de mi habitación. Bajé las escaleras rumbo a la cocina, donde, allí ya esperaba mi madre, Noemí, con una sabroso baso de leche con cacao. Me senté en mi habitual asiento de la mesa de la cocina, mientras arrastraba hasta mi el vaso de Hello Kitty.
-¿Qué tal dormiste hoy, hija? -Me preguntó mamá.
-Bien.
Aunque fuera extremadamente pesada, no soportaba hablar ni que me hablaran mucho por la mañana, recién despertada. Bebí lentamente la leche, hasta que mis ojos notaron algo extraño en aquella situación. Enfocaron a mi madre, que me observaba atentamente con sus verdes claros ojos.
- ¿Qué pasa? -Pregunté extrañada
- Oh, nada. tu acábate la leche, Laia.
Ese era mi nombre, Laia. Un nombre del cual odiaba, por que creía que era nombre de perra. Me acabé la leche, y, antes de que subiera otra vez a mi habitación para cambiarme, me dijo:
- Laia, han llegado unas cartas para ti.
- ¿Para mi? ¿De quién? -pregunté extrañada, ya que no estaba acostumbrada a recibir cartas.
- De tu beca..
'No', me dije. No podía ser. Había recibido unas cartas sobre una beca para poder asistir a una de la universidades más prestigiosas de todo Londres. No sabia si en aquella carta me aceptaban o me rechazaban, pero no podía esperar a saberlo. Salí corriendo a la calle, en pijama, corriendo hacia el buzón. Nada más salir por la puerta, pude oír la voz de mi madre diciéndome "¿Adonde vas?" pero pasé de aquellas palabras. Nada más llegar al buzón, lo abrí, con la emoción de poder ver aquella carta tan importante para mi. Pero allí no había nada.
- Están aquí dentro, Laia -Oí decir a mi madre desde la puerta de casa.
Me giré y corrí hacia la puerta, no por coger ahora las cartas, si no evitar que algún vecino me viera en pijama y en el pelo desecho. Entré a casa, y mamá sacó del bolsillo la carta. Me fijé en una cosa. Ya estaban abiertas.
-¡Mamá! -Dije fastidiada - ¡Las quería abrir yo!
-Lo siento hija, pero es que no podía esperar a que te despertaras.
Cogí la hoja que había dentro, la desplegé y leí. Línea por línea iba, leyendo tan solo agradecimientos hasta que por fin, llegué. Reeli la frase, para creerme que no estaba equivocándome, pero, definitivamente, lo había leído bien. No me lo podía creer. Bajé la carta mientras levantaba la cabeza boquiabierta. Mi madre me dio un abrazo demasiado fuerte, que hizo que mis huesos sonaran.
-Te e comprado una cosa, de regalo -me dijo
- No hacia falta mamá... tener la beca es más que suficiente.. -pero, no pude evitarlo, estaba demasiado contenta y quería el regalo.- Pero bueno, no dejaré el regalo aparte.. ¿Dónde está? ¿Qué es? =D
- Bueno, em, aún no lo tengo, pero está encargado. Supongo que lo tendrás en unos dias más o menos.
- Vale, déjame adivinar. No me vas a decir que es hasta que lo tengas verdad? -Dije con tono cansino.
- Exacto. -me dijo mamá, mostrando una amplia sonrisa de oreja a oreja.
Noemí se dirigió hacia la bolsa del pan. Rebuscó en ella, pero no consiguió sacar nada. Se quedó mirando a su alrededor, mientras yo la observaba curiosamente.
-Hay que ir a comprar pan –Añadió, girándose para mirarme. -¿Me acompañas?
-Claro –Añadí, y, acto seguido, subí a mi habitación a cambiarme.
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